Zequi dice:

No se vayan sin dejar sus comentarios o los atormentaré...

lunes, 15 de septiembre de 2014

BELLEZA (EPISODIO III) DILUVIO DE REINAS.











Desde el hotel era duro de ver, por televisión, su barrio convertido en zona de guerra. Luego del episodio con la criatura que transfiguró desde Mar, todo el lugar se llenó de esos pequeños artrópodos blancuzcos, vomitivos, espeluznantes. Pero aun ante el terror mas puro, Amelia, siguió corriendo para conservar su vida, para tener otro día junto a Gabriel. Mas que eso aun probó su temple pisoteando cuanto bicho estuviera en su camino, sea blanco o no. Y gracias a que tironeó de su esposo como una loca, pudieron escapar mientras el lechoso ejército de criaturitas se encimaba para atraparlos, seguido de algún que otro vecino contaminado con la voluntad orgánica de la modelo monstruosa y que había desarrollado caras de Mar en partes de su cuerpo inapropiadas para una cara. Era extraordinario para Amelia no haberse desmayado mientras esas grotescos rostros la saludaban como aquella amiga lo solía hacer desde la secundaria. Entonces, finalmente, cuando ya habían llegado al auto, la pobres personas inundadas por los animalejos estallaron como lo hiciera aquella araña transgénica del cuerpo de Marcela. No hubo lugar adonde no llegaran a corromper a los seres vivos del barrio. El auto había echado a andar a toda velocidad. Era la pequeña Amelia la que hacia el trabajo. Ya no se encontraba al amparo de su esposo. Ahora ella llevaba las riendas. Estaban saliendo del río de criaturas extrañas pero el suelo retembló. Se resquebrajaba la entera calle y no había forma de que el auto llegara hasta el final de la intersección antes de que la sima los tragara. Amelia pegó un volantazo desesperado provocando contorsiones en las llantas de aleación. Se incrustaron en el patio de alguien, no importaba quien, pero tenían que salir del pasto que abría sus pequeñas bocas para masticarlos de a poco.
Allá, en medio del polvo que había provocado la grieta de la calle principal del vecindario, se erguía como una montaña de lodo grumoso. Globos de horribles huevos arácnidos colgaban de toda su retorcida forma y la cara de Marcela lo coronaba en tesitura arqueada, antinatural. Los buscaba. Removía el terreno para encontrarlos debajo de los escombros. Pero no estaban allí. La casa del vecino les daba refugio por un momento. Los dos estaban callados detrás de una isla de cocina en la que no había nada de naturaleza que pudiera mutar. La luz se hallaba apagada y los ojos inundados eran lo único que brillaba desde la sombra. Una voz conocida: “Decime que estoy mas bella que vos, Amelia”. No querían mirar a sus espaldas pero el temblor de sus corazones los llevó sin remedio a aquella figura. La señora Ressman estaba encendiendo la luz, llena de esas caras parasíticas en su cuerpo, algunas incluso habían desarrollado cuellos. Y todas los miraban con odio asesino. Se abalanzó sobre ellos en un rugido de rabia. Amelia se defendió con un cuchillo que logró atrapar al vuelo entre el desparramo que provocaban los temblores de esa cosa gigantesca que los acechaba afuera. Se estaba acercando. Y mientras, Gabriel, histérico, se había entusiasmado dándole una paliza al mutado señor Ressman que no paraba de insinuársele desde las caras de Mar que le crecían sin control. Se apresuraron dando tumbos hasta el jardín de atrás. Allí, la piscina hervía de vida por que las pequeñas blancuzcas se habían mezclado con el moho del agua sucia. Los Ressman rara vez se ocupaban de la piscina. Tentáculos que tenían los ojos de Marcela. Uno tras otro un desfile de anomalías amorfas sin sentido. Los esquivaron y saltaron la cerca con los pies sangrando por el pasto homicida que los había atacado de forma pirañezca. Pero con la misma fuerza indetenible de la vida, la infección en si, empezó a correr tras de ellos con tentáculos espinosos y una verde mucosidad que se enraizaba tras sus pies. Sin embargo por alguna razón las mujeres siempre miran atrás. Y cuando Amelia cedió a su instinto se encontró con un alivio que la hizo detenerse. El verdor del hongo mutante comenzaba a palidecer. Mas atrás la arañas que llevaban los genes de Mar al estilo de gametos universales empezaban a surgir muertas desde los organismos que pretendían infectar. Un par de gorriones aquí, unas cucarachas, los pastos y algunos gatos. Todo se detuvo...
Se habían quedado sin hogar a los efectos prácticos puesto que el gobierno no dejaría que nadie entrara de nuevo en la zona. Semideprimida Amelia hacia zapping mientras su esposo se daba una rabiosa ducha. No fuera a ser que halla traído consigo algún vestigio de esa virulenta mujer. Por que, seguramente, una jabonada la detendría.
Tuvieron que comprar una nueva casa. Un departamento esta vez. Porque la naturaleza era algo que no podían permitirse. Se alejaban de los canteros y las mascotas. Amelia no quería siquiera madera en los muebles por que la aterraba que se convirtieran en arboles bajo la influencia de su amiga, quien, por cierto, no estaba segura de si estaba muerta, viva, o quizás dentro de una pequeña semilla en el suelo esperando alguna lluvia para volver por ella. ¿Qué le había pasado? ¿Qué era? ¿Una mutante?¿Un alienígena que la había suplantado? ¿Que había averiguado cuidadosamente cada detalle de su vida juntas? Cuando las preguntas ya no tenían fin ni sentido, sonó el teléfono del todavía semidesnudo departamento. Gabriel ya no pasaba horas mirando el celular pero aun pensaba todo el tiempo en su amigo. ¿Acaso la reacción de su ayudante habrá querido decir algo? Abrió a esa mujer mutante... ¿Cómo es que no vió nada? Atendió el teléfono y la voz que lo recibió pareció continuación de sus cavilaciones.

- Gabriel tenemos que hablar. Me enteré de lo que pasó con Mar
- ¡Rory! ¿Por que desapareciste?
- ¿Tienes papel?

Se había acercado de manera repentina la fecha del desfile y Gabriel le había prometido a su esposa que estaría en primera fila. Y era el mismo día que su amigo, aquel que el había abandonado después de la universidad, le había suplicado reunirse. Y, como buen culpable, no tenia fuerza de negarse, aun teniendo que enfrentar la desconfianza de su mujer que le preguntó: “¿Estás seguro de que no vas a faltar en el momento que empiece?Te necesito ahí”. A duras penas logró tranquilizarla prometiéndole lo que no sabia si iba a poder cumplir.
Le quitó el sueño por algunas noches hasta que, el día del desfile, se sintió en una vorágine tratando de entender como llegar al lugar donde estaba refugiado su amigo. El lugar era tan alejado que de no haber tenido auto probablemente no hubiera llegado jamas.
Esperaba un aire de misterio al llegar. Que su amigo le hablara desde las sombras y le contara lo que le había acontecido en el cuerpo a la pobre Marcela. Pero en vez de eso su amigo casi corrió al auto al verlo llegar. Por detrás la institutriz con la silla de ruedas de la niña se trataba de mantener al paso del hombre, a quien parecía no preocuparle ninguna de las dos. Se zambulleron en el auto y de alguna forma lograron que la silla de ruedas encajara perfectamente en la parte trasera de la camioneta. “¡Maneja!”. Gabriel no sabía bien adonde ir lo miró dudoso hasta que aquel le volvió a gritar: “¡Al desfile, Gaby!”. Asistiría después de todo. Le adelantó todo lo que pudo y le pidió que le ayudara a explicarle a Amelia. No era un tema fácil de entender. Así es que cuando llegaron en tropel con la institutriz y la niña como siempre por detrás, se amontonaron en la entrada de los camarines. La llamaron a voz en cuello.

- Gaby, ¿que haces acá? Tenés que estar en primera fila.
- Mi amor. Hay modelos que tienen el mismo “problemita” de Mar.

Amelia comenzó a temblar repentinamente apenas entendió de que se trataba.

- Es mas – prosiguió Rory esta vez – es posible que tu tengas algo parecido.

La histeria se apoderó de ella. “¿Como? Por qué?”. Empezaba a desmayarse de a poco con frenético desconcierto. Miraba para todos lados mientras su mirada se tornaba perdida. Gabriel la sacudió y pareció funcionar.

- Amor. Las prótesis que Rory usaba. Al parecer eran de origen biológico. El fabricante le dió prótesis adulteradas.
- Amelia, hace poco descubrí que no solo hacen prótesis de células cultivadas. También hacen armas biológicas. No se cuales sean sus motivos y la verdad nunca había pasado nada parecido. Pero, Amelia; 8 de las modelos que contrataste para este desfile tienen las prótesis que yo usaba.
Todavía hablaba el cirujano cuando los alaridos desde la platea sacudieron a todos. Una modelo se estaba tragando a la invitada de honor. Su cara... parecía no saber que estaba haciendo. Pequeñas arañas blancas. “No otra vez, por favor...”


CONTINUARÁ...

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