Zequi dice:

No se vayan sin dejar sus comentarios o los atormentaré...

jueves, 12 de mayo de 2016

EL PÁJARO HERIDO








Jamás dejaban de sonreír cuando estaban juntos. Se despeñaban por la barranca del patio en plenas carcajadas. Luego venían los almuerzos de sábado. Solo los dos. Y la vida ya era plena. Un día jugando a las escondidas. Terminaron corriendo en círculos alrededor del gomero del fondo. Y cuando acabó él en los brazos de ella, como ella siempre se encargaba, casi inconscientemente, que sucediera, ella le dijo:


-­ ¿Vamos a tallar este árbol? -­ ¿Para qué, mamá? -­ Para que cuando seas grande e importante vengas acá y te acuerdes de estos días...


"Rodrigo y mamucha Antonia" mostró el árbol unos momentos después. Pero, tras esos años de adolescencia, el árbol siguió creciendo, y aquellas palabras quedaron demasiado arriba para recordarlas. Mariano le consiguió ese trabajo que él no sabia explicarle bien a su madre. Tal vez por eso escondía la Glock. Seria difícil fundamentar su uso por parte de un empresario que trabaja detrás de un escritorio. Ya se había ido hace mucho la primavera de este jardín. Y no regresaba con su risa infantil a alegrar a su madre. El ahora tenia un trabajo importante. Uno mucho mas trascendente que el de escuchar los desvaríos de una anciana, por mas encantadores que fueran. En uno de esos días invernales se sintió fría por dentro y supuso que aquellas palabras en la vieja corteza le abrigarían un rato el alma. Por eso salió en medio del angustioso frío tratando de encontrar el camino con los ojos entrecerrados por el viento, hasta que se halló al amparo del tronco y, finalmente, pudo abrirlos. Mas que sentir abrigo, se golpeó contra su propia soledad. Se le hizo aun mas evidente la tristeza y el vacío de su existencia porque lo único que llenaba el aire era el ulular del viento y ese lejano piar. Por cierto el grito de ese ave no era tan lejano. Cuando cayó en la cuenta, bajó la mirada y lo encontró. Tenia un ala herida y se veía asustado. Pero, sobre todo, la miraba a ella, le pedía ayuda. Lo alzó del suelo sin dejar de mirarlo a los ojos pedigüeños. La cama de Rodrigo estaba vacía hacia meses así que lo posó con cuidado sobre ella. Rodrigo estaba lejos en las puertas del próximo deudor en la lista. Este es diferente a los demás. Después de haber venido a pedir el préstamo con cara de gatito mojado, se volvió desafiante e impertinente. No pagó las ultimas 6 cuotas. Y era hora de una buena reprimenda. Si no lograba obtener el pago completo esta vez, no podría pagar las innumerables hipotecas con las que construyó su capital de prestamista. Perdería la casa de su madre. Mas que preocuparle la vieja, le molestaba perder su garantía. Así que entró hecho una furia. Lo pateó en los testículos tan pronto su deudor le extendió la mano. Y luego de pisotearlo un poco se agachó.


-­ Escucha, infeliz. Tenés 12 horas para devolver todo lo que me debes. No solo lo de este mes, no solo los 6 meses que te atrasaste. TODO. De lo contrario no vas a volver a caminar, Oíste?


El hombre tirado y sangrando asintió. Rodrigo no sabia lo lejos que estaba de intimidar a aquel moribundo. Cáncer terminal. El tumor que se come su cerebro estaba a días de clavar sus garras en el punto justo. Luego de eso no solo dejaría de caminar. Rodrigo se fue a continuar con sus negocios. Pero en la casa el tiempo no pasaba hacia semanas. El pájaro seguía con su ala herida postrado sobre la cama y demandando atención. Y lo único que señalaba el paso del tiempo en lugar de su recuperación era su tamaño. Solo engordaba. Se tornaba atrevido en sus exigencias. Una tarde comenzó a quitarle la comida de la boca. Ella comprendió que ya no podía comer delante suyo. Rodrigo pasaba las 12 horas con furia y ansiedad. Le falta solo masticar los cigarrillos. Está en la puerta del moribundo. Ni bien lo ve busca su arma para intimidarlo. Pero no la encuentra porque esta en la mano de aquel desahuciado. Se escuchan sirenas justo en la entrada. Y luego el disparo. Muere justo en el borde del foso de su taller de autos solo para que la caída le quite el arma de la mano. Pensó en todo. Y Rodrigo ya esta en huida. No solo ya no tendrá el dinero. Ahora lo acusaran del único crimen de su vida que no cometió. ¿Dónde ir? ¿Dónde sentirse seguro? De repente el sentimiento le gana a la razón y sus pies lo llevan hasta la casa. Las luces están apagadas como si la vieja no estuviera. Pero está. Viene de su habitación, en medio de la oscuridad. Y detrás de ella una sombra emplumada se tambalea. Enorme como un oso la sigue adonde va. El miedo se apodera de él y le apunta con el arma que sacó del foso del mecánico. -­ Mamá. ¿Que es eso? -­ Es mi nuevo bebé. Solo a la tenue luz que logra entrar desde el atardecer exterior Rodrigo logra ver a su madre convertida en casi un esqueleto. Con el abdomen hinchado y los ojos sumidos en sus cuencas.


-­¿Qué? ¿Es hora de comer bebé?


El pájaro no habla pero ella lo oye. Abre su boca para que el meta su interminable pico hasta el estómago de ella. Y se alimenta. Ahora el se siente impotente. Le dispara al bicho pero su madre no lo deja acertar.


-­ No, no!!. Es mi bebé. Si, Rodrigo está celoso. Pero no te preocupes. El se fue. Vos sos mi bebe ahora. Si, ya se, el me dejó sola.





Todo el día se había sentido impotente. Y ahora que ya no podía mas, salió afuera y buscó el mismo refugio que su madre. Tuvo que esforzarse para encontrar las palabras ahora tan altas en ese tronco. Las encontró y las susurró de camino de vuelta a la casa. "Rodrigo y mamucha Antonia" La encontró recostada en la cama que el usaba de niño con el pájaro ocupando casi todo el lugar. La abrazó y ella lo abrazó de vuelta. Las sirenas ya estaban cerca mientras las plumas se dispersaban y dejaban ver a una joven mujer. Las plumas se pegaron a su madre y comenzó a retorcerse pequeña como un gorrión con el ala rota. Cuando la policía se lo llevaba gritaba que esa era su madre pero lo único que los agentes veían era a una joven acostada al lado de un pájaro herido.

domingo, 31 de enero de 2016

EL ACOSADOR








Debajo de la alfombra no tengo un buen ángulo. Necesito una posición mas practica. Pero odiaría asustarla. Entonces me quedo aquí hasta que termine de ducharse.
No esta preocupada. Pero si supiera lo que está a punto de pasar ni siquiera consideraría salir. Siento algo de pena por ella. Pasar por esto...
El negro es fácil de combinar. Negro con marrón y ya sé que nunca le enseñaron a vestirse. Pero su cuerpo lo hace pasar desapercibido.
De todos lo edificios tenias que vivir en el que tiene el techo del ascensor mas incómodo. Su forma es caprichosa y me cuesta acomodarme entre sus vigas.
Por fin esta caminando, ellos están cerca y casi puedo saborear lo que pasará a continuación. Cree que puede pasar rápido para que no noten sus piernas descubiertas y su escote atrevido. Pero ahí viene el primer zarpazo pasando a milímetros de su cadera. Logra esquivarlo apurando aun mas el paso. Y no voltea, sigue intentando sacar la mayor velocidad posible de esos empinados tacos. Sin embargo ya la rodean.
Cada frase es mas sucia que la anterior y sus asquerosas manos llegan todavía mas cerca. Pero ella es tan fuerte. Patea al que tiene directo enfrente en la entrepierna con precisión devastadora. Y sale corriendo. Deja atrás esos tacos enormes y escapa. Parece que voy a tener que esperar mas por mi recompensa.

El policía que le toma declaración se le ríe.

¡Pero mirá como estás vestida mocosa! ¡A vos te tendrían que denunciar!

Una buena noche de sueño casi la hace olvidar el mal trago. Se levanta con el optimismo que le veo desde hace quince días. Pero eso se acaba. Una ventana estalla, herida por una piedra de canto. Envuelta en esa nota asquerosa, esa nota que la degrada, entiendo que esa piedra no solo rompió la ventana. Destruyó su seguridad. Estoy sonriendo. Finalmente esta cerca. Porque se desploma en un mar trémulo de llanto. Y ahora me siento un poco culpable. Mas que un poco. Pero sin duda mi recompensa es mas importante para mi. Necesito eso para vivir y ella me lo proporciona.
Días se suceden. Suceden en esta misma sala porque tiene miedo de salir. Y yo ya me estoy aburriendo. Voy a tener que hacer algo... Pero hoy llegó mi salvación. Suena el teléfono, y la voz del otro lado es la de aquella noche. Con su vulgar tono y sus palabrotas depravadas a flor de lengua
.

Carlitos, el de la comisaria, es mi amigo, ahora no te salva nadie..

Le promete cosas que le erizan la piel. Y además le jura que va a terminar disfrutando lo que sea que su enferma cabeza fabrica. Ella corta en un rapto de histeria descontrolada. Y en medio de una cascada de lágrimas se lanza a la cama gritando. Ahora siento que mi recompensa se acerca cada vez mas. Y se hace mas jugosa, suculenta.
Lanzaron piedras con palabras sucias. Nada de insinuaciones, solo asquerosas declaraciones. Una tras otra. Cuando ya no hay ventanas para romper suben descaradamente hasta su puerta para seguir con su "cortejo" retorcido. Esto esta tomando demasiado tiempo...
Pero, sin que yo me hubiera imaginado, mientras ella esta acurrucada en el cuarto, la puerta, desgastada por los embates empieza a ceder. Del estruendo del ultimo empujón queda cerrada solo por la cadena, que está endeble y se va a cortar. Por eso ella sale gritando hacia la ventana. Se arroja hasta el balcón vecino y luego hasta la calle. Logra sacar una cuadra de ventaja antes que los salvajes puedan bajar para perseguirla. La sigo a ella a través de los balcones que encuentro, pero pronto tengo que usar las paredes porque es bastante rápida. Empiezo a felicitarme por mi decisión, la misma que me costó mantener cuando veía su fuerza. Aquí, en la segunda esquina ella lo encuentra. No lo reconoce al principio. Sin embargo, cuando el sonríe, recuerda la comisaria, la indefensión, la vergüenza. Y casi como un reflejo lo golpea en la cara.

¡Te dije que no te vistas así, piba!...

Ruge mientras la arroja al suelo.
La tiene atrapada. Y entonces llegan los demás. La rodean. Y la toman de los brazos y piernas.
Tragan el anzuelo cuando la tiran al suelo e intentan desnudarla... ahora les susurro desde el techo. Pero aun así no pueden ignorar mi voz. Están paralizados. Bajo del techo con mi característica ingravidez. Despacio para ver como sus ojos se desorbitan al verme. Soy un tipo normal de traje. No es mi cabello dorado lo que les infunde terror. Tampoco mi modesta estatura. Es la oscuridad en mis ojos, el odio en mi aura, el olor a depredador. Y ellos son mi presa.

¿No querrán gritar, verdad? No se preocupen, no los asesinare muy rápido. ¡Ah! No creo que eso sea problema para unos hombresotes como ustedes.,¿O si? Carlos, quiero ver como llora la idiota de tu madre cuando vea tus pedazos en una mesa... jeje. Siempre le tuviste miedo al dolor, Santino. Bueno, esto te va a doler. Javier, hace cuanto que no te humillan un poco? Desde que tu padre murió? Un poco de amor familiar para vos y para Mauricio, tu pequeño y pervertido hermano.

Sinceramente hubiera esperado que al menos uno se revelara. Que al menos un pequeño ratón acorralado atacara al gato. Pero todos son igual de cobardes. Sus rodillas no tienen la fuerza para mantenerse firmes delante mío. Se sacuden tanto que tengo miedo que se quiebren solas y yo no tenga oportunidad de destrozarlas.
Comienzan a correr. No puedo creer que esto sea tan fácil. Han dejado a su víctima tirada en el suelo. Ella no está asustada. Se acomoda el pijama y me mira a los ojos. No sé por que me detengo a mirarla. No me importa realmente su bienestar. O si?
Seguiré mi camino. Es tarde y necesito al menos un bocado.
Ellos no lo saben, pero aquella primera noche fueron marcados. Un pentáculo rojo ha sido grabado en su interior, y puedo verlo adonde quiera que estén.
Por eso me tomo el tiempo de flotar lentamente sobre los edificios para alcanzar al primero.
Intenta trepar una reja para dejarme atrás. No hay dudas que es el mas estúpido de los cinco. ¿No se dio cuenta de que puedo volar? Creo que lo ayudaré. Bajo a la velocidad del sonido y lo golpeo debajo para empujarlo sobre el alambrado. Me excedí. Olvidé que los humanos son frágiles, sus piernas se desprendieron. Voy a tener que exhalar fuego para quemar sus muñones y que no se desangre. Seria un desperdicio si no está lo suficientemente consciente para sentir terror.
Al parecer mi error tuvo un resultado inesperado. Ahora está mas asustado. Sabe que va a morir. El dolor tuvo bastante que ver, supongo. Lo recordare para la próxima vez. Está tan lleno de miedo que se me hace agua la boca. Por fin...
Cuando los dejas secos, carentes de fuerza vital allí en el suelo todos tienen la misma cara. Quedan en ese grito eterno de desesperación y dolor. Con sus mandíbulas tan estiradas que apenas creerías que es posible. Este, Santino, podría tragarse un cordero.
Aquel niño oyó los gritos. Ha salido a su ventana. Evitaré volar. Me iré caminando para no llamar su atención.
Una vez que comienza el juego mi hambre ya empieza a saciarse. Elegí a Carlos como el próximo. Me paro en el borde de su punto ciego vez tras vez durante horas, sobre todo en aquellos lugares oscuros de la casa. Me trasluzco en su espejo justo en lugar de su cara. Y sonrío, siempre sonrío. Pensé que iba a gritar como una niña pero en cambio se puso verde. No sabia que los humanos podían cambiar de color. Su afeitadora hacia un sonido de tintineo plástico mientras temblaba. Lo logré. Agoté sus nervios, lo llevé al limite del terror y ahora es mio. Es mi alimento. Y ya es tiempo.
El proceso fue todo un éxito, por eso cada vez que piensa que va a encontrarme cuando se de vuelta, cada vez que paso como una sombra fantasmal por el rabillo de su ojo me emociono. Puedo oler como su miedo se prepara para mi. Me cuesta cada vez mas contenerme hasta que está a punto la presa.
Afsâna me está llamando. Espera solo un poco hasta que termine de preparar mi comida. Solo un poco mas... ¿Por qué tengo que ir ahora? Me quedaré solo unos segundos mas. El miedo terminará de explotar cuando me muestre frente suyo. Eso es, soy yo. Muéstrame tu terror. Ahora...
Todavía tengo un festín por delante.
Carlos me dio suficiente como para un par de años. Pero mi madre me enseñó a no desperdiciar la comida. Los tiempos de abundancia ayudan a prepararse para la escasez.

"Vos fuiste..." Escuché. Detrás mio su voz es firme. Aunque ciertamente las voces se me hacen muy diferentes cuando no vuelo sobre ellas. Me recuerdan a los tiempos en los que me arrastraba en mi mundo, tratando de darle aunque sea un mordisco a cualquier carne que atravesara el sello.

Que ganabas con hacer que me violaran?
Nadie te violó ¿Sabes? Hay una línea delgada entre un episodio que te fortalezca, que te transforme y uno que te destruya sin remedio
No, es cierto, no me violaron, pero...
Es lo que mi ama siempre dice... yo te lo digo a ti...


Mi ama me llamará la atención. No se habla con la carnada, aun si ha terminado su trabajo.
Me voy de aquí. Desaparezco hundiéndome en el suelo. Ya no hago esto seguido pero prefiero no volar ahora.
Mauricio se pone mas nervioso por cada segundo que no puede verme. A pesar de que no he estado cazándolo me ha estado sintiendo en la nuca todo el tiempo. Mi trabajo estuvo bien hecho. Por eso estoy sonriendo. Me ve ascender del pavimento frente a sus ojos. Y su mirada se desgarra de terror. Se me hace agua la boca y ya no puedo contenerme. Lo consumo violentamente. Le saco su fuerza vital con tanta fruición que su cara casi se incendia. Pequeñas brasas incluso se desprenden de su cara. La comida perfecta.

¿Vas a hacer lo mismo con todos.?
¿Como hace para seguirme? Yo vuelo, amebo entre las sombras. Y ella en ese pijama se las arregló para estar aquí.
Me usaste de carnada entonces.
Parece molesta.

La dejo atrás con sus quejas. Voy tan rápido que me cuesta detenerme. Del impacto resultante, en el borde del cráter, yace mi presa. Agitado, tan asustado que no pudo ni siquiera quedar inconsciente. Por fin estoy frente a mi ultima presa. Amago un ataque solo para asustarlo y comienza a orinarse... esto ya es casi demasiada diversión. Me le río en la cara y sus sollozos son tan fuertes que apenas puede respirar. No se valla a ahogar antes de que pueda asesinarlo. Lo golpeo en el estomago y puedo ver el impacto escapar por su espalda y romper casi todos sus órganos. Y ahora lo consumo antes de que muera. Me llevo su fuerza vital. Hasta la ultima gota de cada célula. Tiene los ojos bien abiertos Javier mientras le saco la vida. Lo hago lento esta vez. Y mientras me satisfago escucho que me dice:

¿Quien es tu ama? ¿No merezco saber quien te mandó a provocar que me torturen?

No contesto. Realmente no entiendo eso de "merecer". ¿Significa que ella cree tener derecho a que yo le explique? No, debo haber entendido mal...
Esta vez me escondo en la oscuridad del suelo. No podrá seguirme si me muevo a través de las sombras en los estratos inferiores. No podrá verme. Aunque, si eso fuera cierto tal vez no estaría escuchando sus pasos detrás mio. Aumentaré la velocidad.


Ya es hora de que responda el llamado de mi ama. Estoy tan satisfecho que me cuesta dejar de sonreír.
Me arrodillo ante la mujer que sobrevivió en mi mundo sin convertirse en un espectro. Aquella que me trajo a través del sello y me transformó de una criatura casi sin forma, sin conciencia, un esquelético y gris esperpento reptante, a la personificación de la elegancia y la belleza que soy hoy.
Pero de repente se dirige a alguien más.

Afsâna, mucho gusto. ¿Quién eres tu y que haces en mis aposentos con esas fachas? ahora se dirige a mi ¿No sera esta la última carnada, verdad?
Me doy vuelta. Es ella. En su pijama rosa de verano.
Por qué usan a la gente de esa manera?
Por el bien mayor, querida. Si algo aprendí del inmundo de mi esposo es que seres como esos no pertenecen a este mundo. Deben estar en el mundo del que viene él 
 me señala o muertos. Servir de alimento a las fieras es demasiado honor para basuras tan insignificantes. Y además, por si fuera poco, fortalecemos el carácter de niñas como tú.

¿Para que sea como vos?
¿Te parece mal?
¿Que es él?
¡Ah! ¿El esclavo? ¡Si lo hubieras visto hace unos meses! Era un monstruo gris con cuernos y garras. Lo traje con la idea de tener algo de protección en la casa pero cuando empezó a alimentarse en este mundo, empezó a cambiar. Para mejor, desde mi punto de vista. Y cuando vi lo que podía hacer cuando esta bien alimentado... bien... se me ocurrió.

¿Pero como controlas algo así?
El tiene mi sello hecho de mi propia sangre. Solo vive para mi.
¿Querés saber por que no quiero se como vos? Estas llena de odio. De eso se alimenta él, ¿no? De odio y miedo.

Ella no es igual a las demás carnadas. Se acerca a mi con su labio golpeado, sangrando y pone su boca en la mía. Que ritual tan extraño. Tragué su sangre y siento mi sello cambiando. Ahora me doy cuenta. Mi ama, Afsâna, sí esta llena de odio. De repente se ve tan apetecible que no puedo resistirme. Ella se da cuenta de mi cambio de actitud recién cuando estoy sobre ella. Todo ese odio se sazona con un profundo miedo. Me trago todo sin pensar y ella queda en el suelo con sus ojos abiertos. No muere. Tantas visitas a mi mundo la cambiaron, supongo. Y mientras mira el vacío sella el suelo y se transporta a mi mundo.

¿Me llevas a casa?

Y ahora me elevo con ella, con mi nueva ama, en brazos. Vuelve a poner su boca en la mía aunque su herida ya no sangra. Aún así siento que me alimenta. Un alimento diferente.














lunes, 23 de marzo de 2015

EDÉN





Las calles ya no tenían sentido para él. A pesar de haberse criado y haber vivido en la misma maldita cuadra toda su triste vida, hoy ya se le hacía imposible dar con la dirección adecuada en esta ciudad ajetreada. Era su hastío, ganas de ya no pensar. A estas alturas la metrópolis se le sacudía furiosa como un tigre que no era para montarse, y se mareaba entre todas esas lineas entrecruzadas. Finalmente caía presa del pánico y debía preguntar donde estaba.

- Si, la calle Palpa es la próxima.
- Gracias.



Debía estar cerca de casa pero no recordaba que hubiera tantos edificios que hicieran gala de imponentes macetas. Todas ellas hasta el tope, frondosas. Poco a poco se hacía difícil esquivarlas en lo angosto del espacio que dejaban. Por fin una de ellas terminaba por cubrir la calle también. “Qué falta de respeto” se dijo. Luego, con decidida y rezongona tesitura senil se propuso bajar el arbusto a paragüazos. Y terminado su raid de justicia se sintió bien con la agitación resultante. Una satisfacción parecida a la que viene luego de una sesión de ejercicios. Tan aliviado estaba que no se percató de que el accidentado pavimento le había sido cambiado por una verde alfombra de césped. Hasta su propia desnudez se le hizo perceptible solo luego de una cantidad tupida de pasos. En vano buscó el resto de la calle. No había el gris del concreto a la vista ni lugar para edificios. "Me habré equivocado de vuelta". La razón indicaba irse por donde había venido, pero aun caminando hacia atrás en linea recta no encontró la entrada, marcada por el tendal de ramas masacradas a merced de su paraguas de caña. "Por cierto... ¿donde está mi paraguas?". Con cada intento de razonar las cosas se hacían menos claras. Eran vueltas y vueltas de completa desorientación. Un bosque, colibríes que hacen imposible el otoño de hacia un minuto, juventud, mariposas... . Unas ganas de correr en sus flamantes pies descalzos le inflamó el pecho. Y si. ¿Que importan las razones? La velocidad de sus pasos, como de joven, vertiginosa. Le tomó varios metros detenerse. Dejó un surco en el césped y se vio ante un espejo de agua. Había una voz, tenue, desde que llegó. Pero se hacía mas clara al acercarse a la arboleda, cruzando la charca. El sonido de los pasos en el agua no ahogaron el profundo llamado. El avanzaba. La selva se le acercaba. Y, a la sombra húmeda del follaje, la vio. "Edén".
Ella se levantó de la hierba tan desnuda como el. Sus pies no tocaban el suelo cuando se le acercó despacio clavándole la mirada. Él no la esperó. Se adelantó para abrazarla. Cuando se soltaron, luego del beso esperado, la pregunta obligada.


- ¿Dónde estabas?
- Muerta, Rafa. Me enterraste.


De repente lo recordó. Lo había olvidado hacia minutos, por el aire de este paraíso. Porque los años anteriores, estos 30 años, recordó aquello cada segundo. Su mano desvaneciéndose dentro de la suya, el corazón que dejaba de latir. Luego el entierro, y todo después, toda su vida, o la falta de ella, como un solo momento. Como nada.


- ¿Donde estamos?
- Descubrí este mundo cuando ya no pude vivir en el otro. No se explicarlo con precisión. ¡Pero acá podemos vivir para siempre!
- ¿Juntos verdad?

 - Si... pero no podemos vivir aquí solos...

Ella no quiso seguir explicando. Lo tomó de la mano y lo llevó al agua. Allí se bañaron esa noche. Y las noches siguientes. Se dejaron seducir por la vida perfecta, el perfume, los sabores. Hasta que un día el se despertó antes que ella. Le llamó la atención darse cuenta de nunca haber ido un solo paso mas allá del claro de la selva. Fue a ver que clase de frutos podía conseguir para su amada en aquella parte inexplorada. Avanzó sin contar los pasos esta vez, ya no hacía eso. Y sin aviso la selva se le terminó. Mas allá un mar de una putrefacta viscosidad se extendía sin poderse ver el final. Negras ramificaciones parecidas a tentáculos, se movían en la superficie, revolvían el fondo. De cuando en cuando las negras nubes escupían algún relámpago que incendiaba la ciénaga, y entonces se oían los gritos. Espantosos gritos que retorcían lo huesos. Salió corriendo al encuentro de su mujer y ella ya lo esperaba.

- Te dije que no podemos vivir solos aquí. No se por que razón pero el bosque crece cuando hay mas gente aquí. Vos no te diste cuenta pero cuando llegaste aquí el tamaño de esto se duplicó. Pero si nos quedamos solos mucho tiempo la parte oscura va a crecer y se va a tragar todo esto. Necesito que traigas gente, Rafa. Así podemos vivir para siempre aquí. Vamos a tener espacio mas que suficiente, lo prometo.
 - ¿Que tengo que hacer?
- ¿Ves esta fruta? Solo tenés que rociar el vapor q contiene sobre la persona que elijas. Así podrán ver el camino hacia aquí

Le costó salir la primera vez. Verse viejo de nuevo le parecía humillante. Pero se volvió practico aun con el bastón rociando personas. Solo aquellas que parecían desgraciadas y solas, insatisfechas con sus vidas. Como él sin Edén.
Las risas llenaron el paraíso. Por un tiempo nadie pareció añorar su vida pasada. Aquí no eran simples vagabundos ni estaban encerrados en un geriátrico. No estaban lisiados ni desahuciados. Pero luego tuvo aquella profunda conversación con Samuel, un veterano de Malvinas. A él le faltaban ambas piernas. Aquí podían correr juntos. Y hablaron de lo absurda que era la política, de lo larga que tenia que ser una vida para darse cuenta de cosas como esa, larga como la suya. Se les hizo la noche y Edén esperaba en el pequeño reducto junto a la laguna. Al día siguiente no la encontró al despertar. Tampoco encontró a su amigo donde normalmente estaba. Buscó... ¿hay alguna forma de que salieran del paraíso? ¿Que salieran despedidos o cayeran de esta existencia a la próxima? Si sus pensamientos lo asustaban, lo que encontró al acercarse al borde del paraíso superaba cualquier definición de terror. Aquel veterano ya no podía gemir, sus ojos desorbitados eran lo único sacaba el dolor afuera mientras ella vaciaba su ácido estomacal en la boca de él, con sus tentáculos clavados en los brazos y piernas de su víctima. La ilusión se desvaneció y el glamour de su amada dejaba de ser efectivo. Por unos segundos vio las cosas como eran: El oscuro sótano, los capullos de cada uno de aquellos que el mismo roció con esa "fruta", los charcos de ácido negro en los que se bañó con su amada, y finalmente ella misma no es la dulce criatura que el veía. Corrió. Corrió con su bastón por delante hasta la escalera y gateó hacia la salida mientras, el paraíso seguía apareciendo intermitentemente. Trataba de atrapar su mente de nuevo. Pero esa puerta se abrió, y por fin la luz, luz real esta vez.
El policía que le colocó las esposas se quedó esperando a uno de sus compañeros. Finalmente salió del viejo galpón. Susurró: "Están todas la víctimas".

Durante el interrogatorio Rafael defendió su versión a capa y espada.


- Ella me hizo creer que era mi esposa muerta, se llama Edén. Tenia a todos en el sótano soñando con el paraíso
- Pero usted nunca se casó...
- Ya sé pero... no podía pensar con claridad. Ella...
- Agradezca que la mayoría están vivos...
- ¿Yo estoy vivo?

En el hospital psiquiátrico se vio a si mismo en las noticias. "Atrapan al secuestrador de Colegiales". Para todos estaba loco, por supuesto.
Pero mas allá, en un departamento oscuro, un anciano es despertado por su débil vejiga. Se apresura al baño pero en el camino olvida el motivo de su urgencia. Sin darse cuenta comienza a apartar las ramas de su camino antes de preguntarse "¿Dónde estoy?" Entonces la ve.

- ¡Edén! ¡Mi amor! ¿Donde estabas?
- Muerta, Gerardo. ¿No te acordás? Pero ahora que los dos estamos en este paraíso necesito que traigas gente, amor. MUCHA GENTE...



sábado, 25 de octubre de 2014

EL SELLO






No había mucho que decir. Aquella noche había sido casi un compromiso. Perdonar y olvidar, una vez mas. Pero el dolor no se olvida mientras aun arde en el pecho. Y el decir "te perdono" no lo calma. Porque por la mañana ella seguía triste y pensando en la otra. El se despidió amoroso, pero tampoco parecía feliz. Ella decidió entonces que quería quedarse en la cama. Viajes de negocios, los verdaderos, los falsos. Esta ves es real, ¿verdad? Podía preguntarse eso todo el día, de hecho la noche la sorprendió aun elucubrando las posibilidades. "Si no ves el final del túnel es que debes avanzar mas rápido". Su madre siempre tan sabia. La llamada de su esposo se hacia esperar. Había prometido llamar ni bien aterrizara. Pero ya habían pasado dos horas desde ese horario y la noche no daba esperanzas.
Un reflejo inusual le hizo caer las naves a tierra. La casa estaba a oscuras porque recién anochecía. Y desde la parte mas abandonada de la casa, esa que solo usaba cuando estaba con él, desde esa región ensombrecida, hasta le llegó una brisa fría con olor a muerte. Nada la convencería de alejarse de la televisión, que por cierto no estaba siquiera viendo. Se quedó dormida tratando de ignorar que una de sus paredes parecía haber desaparecido, y que ahora daba a un cementerio. Pero la noche siguiente algo se agregó al resplandor y la brisa. Un aullido lejano digno de una historia de terror fue la gota que rebalsó el vaso. La cocina estaba de paso, tan abandonada como la mitad de la casa que ya no visitaba, así que tomó un cuchillo que apuntó directamente hacia adelante. Mas allá, ese resplandor naranja y la brisa mortuoria que ya a estas alturas le provocaba arcadas. La mayor parte del solar se veía igual de negro que el resto de la zona no frecuentada. Pero ese resplandor seguía ahí, sin poderse distinguir de donde precisamente provenía. Atravesaba los muebles y le daba un tono dorado al ambiente, lo cual hubiera parecido bello si no fuera del olor a putrefacción y la neblina que comenzaba a llenar la casa. Pero por alguna razón se le ocurrió que podía venir de debajo de alguno de los sillones. Apenas veía como para saber cual correría pero un tropezón hizo el trabajo muy rápido. Y cuando el camino se despejó pudo ver los relucientes caracteres en el zócalo. Un pequeño dibujo extraño que parecía una minúscula ventana... o mas bien una cerradura. La brisa se hacia intensa cuanto mas se acercaba pero nunca llegaba lo suficientemente cerca como para tocar la figura. Sin recordar las dimensiones de la habitación se desesperó y corrió varios pasos hasta que tomó con sus propias manos la corteza del árbol.
El árbol, tan negro y húmedo, estaba muerto como las movedizas sombras que recién ahora se le hacían obvias. Muerto y putrefacto como todo aquí con esa luna bañada de sangre. “Pero... ¿donde estoy?”. Sin duda no había un bosque muerto en su propiedad, por mucho que hiciera que no la recorría, estaba segura. Las sombras se acercaban por el suelo, mientras la sabia fría del árbol le había pegado la mano y ella trataba desesperadamente de soltarse, unos dedos de hueso afilado le tomaron la pantorrilla con la fuerza de una pinza y la velocidad de un látigo que le abrió la carne mientras exprimía su sangre. Los alaridos de Afsâna iban seguidos de puñaladas y competían con los rugidos de las bestias que se abalanzaban para obtener un pedazo de ella. Pero el cuchillo solo sentía hueso y cuero, no lograba lastimar. Buscaba los ojos, para dañar a las bestias, que ya comenzaban a perforarle la carne, pero en la oscuridad no había ojos para herir. Y los de ella no servían para mucho mas que para ubicar la luna sangrienta. De pronto las sacudidas desesperadas le soltaron la mano izquierda y volvió el reflejo dorado. Como si se tratara de fuego las sombras la soltaron para huir. Se quedaron a una distancia prudente, vigilando como sangraba.
La sabia comenzaba a cubrir el símbolo de nuevo y su resplandor se apagaba. Los monstruos se envalentonaban de a poco. Y ella, sangrando, decidió que la única vía posible era subir al árbol que había intentado atraparla segundos antes. Alcanzar la primera rama con su pierna hecha jirones y casi todas sus extremidades perforadas fue una agonía. Al igual que las siguientes 19, puntiagudas, ásperas, se metían en las heridas los fríos y secos brotes. Se acercaban, contorsionándose detrás de ella, los inmundos engendros, persiguiendo sus gemidos de dolor. Al llegar a la copa pudo sentir un amontonamiento de acolchadas formas. Este lugar era tan extraño. La oscuridad era casi total y aunque la luna brillaba roja en el cielo, su luz no llegaba. Y a pesar de que todo era negro se distinguían las sombras, y la sangre era mas roja que a la luz del sol. Se quedó sobre aquella suave superficie, descansando. Estiró los brazos para entregarse y distinguió labios fríos en el dorso de su mano. Cadáveres, descansaban, rendidos, como ella intentaba, pero ya estaban helados. Ya no peleaban. Eran el fruto del árbol, la consecuencia de sus espinas. Ya no había la luz dorada que desaliente a las bestias allí debajo. Y pronto llegarían sorteando la pegajosa sabia y los afilados brotes. Por eso se resistió a morir. Se arrastró por las ramas gruesas hasta el próximo árbol atestado de cadáveres. Decidió esta vez revisar algunos bolsillos. Halló un encendedor, pero pobremente algo de su luz escapaba a la pesada tiniebla, que se tragaba casi todo salvo el color de la sangre. Cerca del horizonte se veía otra luz dorada, otro sello quizás. Y allí las bestias no se acercarían. Así que gateó por las ramas de nuevo con la esperanza de llegar a la seguridad del resplandor dorado. Pero al llegar al final de la rama cayó. Un barranco de piedras escarpadas la estuvo esperando. Quedó a su suerte sobre la terraza de roca afilada. En el fondo del cañón una enorme sombra llena de bocas reptaba sobre su propio cuerpo tubular, hambrienta. Aquí, donde la sombra debía ser aun mas profunda, se puede ver. Por fin se ve su cuerpo, ensangrentado y magullado. Y se percata de que la mano le arde. Le arde desde que pudo arrancarla de la sabia pegajosa. “Debí arrancarme un pedazo de piel”. Pero al mirarla descubrió la quemadura que le había provocado el sello al tocarlo. Rojo por la hemorragia el sello se había copiado a la perfección en su palma. Si este sello la había traído, ¿podía sacarla? Estampó su mano en la roca y las letras comenzaron a brillar en dorado. Pero no había donde ir. No podía atravesarlo. Estuvo días hambrientos tratando de descifrar que era lo que faltaba. Hasta que por fin pudo incorporarse y sellando cada tres o cuatro pasos se puso a explorar aquel risco. Algunos arboles salían de la roca y daban sabia pegajosa y negra. No era un manjar pero lo que fue por, mas o menos, la siguiente semana la ayudó a seguir lucida y no morir de sed y hambre. Tenia que mantener el sello en carne viva para usar la sangre e imprimirlo donde quiera que fuera por que los engendros se le acercaban ni bien volvía a la oscuridad. Y en uno de esos momentos en los que apoyaba la palma sobre la roca cayó en una cueva que no había visto en sus periplos anteriores. Se veía aun mejor en la cueva que en aquel profundo cañón. No tenia sentido. La luz era oscuridad y la oscuridad luz. Esa idea la llevó mas profundo en la cueva. Cada paso se hacia mas fácil hasta que las paredes ya casi no se podían ver por lo cegador del brillo."Si no ves el final del túnel es que debes avanzar mas rápido". “La salida”, pensó. Pero el resplandor casi celestial escondía una solida pared al fondo. No había salida. Se derrumbó en llanto mientras el sello goteaba sangre en su mano izquierda y entonces lo supo. Tenia que sellar la pared iluminada. Había entrado por el sello en la oscuridad. Debía salir por la luz. Apoyó la palma con calma en el fondo de la caverna. Y de repente cayó en su cama.
No pudo mas que llorar de alegría e histeria desesperada mientras su esposo trataba de calmar los pedazos de su persona, desnutrida, deshidratada, llena de fracturas y cortes.


- Afsâna! ¿Donde estuviste? ¿Que te pasó? Tranquila, tranquila...
Ella no se atrevió a contarle. Mientras el la arropaba solo lo miraba suplicante.
- Quédate aquí llamare una ambulancia estas muy mal, mi amor. También tengo que avisarle a tu padre que te encontré.
- Primero a Papá.
- Muy bien como quieras. Solo quédate aquí, déjamelo a mi...
Lo observó acercarse al teléfono y marcar. Luego “habló” con su padre consolándolo. El teléfono era inalámbrico, pero el receptor estaba cableado por detrás de un muebles negro. El cable no estaba. Su esposo fingía. No llamaría a nadie y no habría ambulancia. Cuando dejó el tubo sobre el receptor entonces lo vio. Tenía el sello en la mano. Se dio vuelta con el gesto aterrado hacia el oscuro espacio entre la cama y la pared y recordó que su mano aun sangraba. El se excusó con un simple : “Voy a traerte agua”. Y regresó de la cocina con un cuchillo.



- ¿Sabes? Solo debías que pedirme el divorcio y dejarme libre. Pero quisiste ser la buena y perdonarme vez tras ves. Ahora tengo que quedar viudo.
La atacó con un impulso feroz. Pero ella ya esperaba el ataque. Como había esperado despierta por casi un mes el ataque de los engendros de la oscuridad. Por eso el pasó de largo. Pasó a través del suelo oscuro que ella había sellado. Y nunca logrará volver.


lunes, 13 de octubre de 2014

BELLEZA (EPISODIO V) EL VIENTO EN MIS ALAS.





-Je je... ahora mi querida Sofía es una madre mantícora. Las mantícoras son un ADN tan antiguo como el mismo planeta. Y se alimentan asimilando genes de otras especies. En la antigüedad fueron responsables de todo tipo de criaturas mitológicas como las hadas las quimeras, los dragones. Todo gracias a este infeccioso ADN. Y volverá a ser así.
- Estás tan enfermo...


Mientras el loco descargaba su verborragia la pobre Sofía, ya con su cabeza colgando de sus propias informes patas, había comenzado a regurgitar unas esferas asqueantes, idénticas a aquellas supuestas “prótesis mamarias” que le implantaron a Mar. Las cosas por fin tenían sentido. Un sentido enfermo y retorcido. Esos huevos comenzaron a eclosionar. ¿Cómo llamó él a esos bicharracos blancuzcos? Fatuas. Eso eran. Empezaban a regarse. Pero una certeza le besó la frente a la pequeña mujercita. La niña, que era en realidad la esposa del loco, no parecía controlar su propio cuerpo. Era él el que la controlaba. Así que en definitiva era él quien controlaba a las fatuas. Se abalanzó contra Rory por segunda vez. Y en esta oportunidad lo tomó de lleno con el aplastante impacto. Uno aun mayor que aquel con el que había acabado con los gigantescos monstruos allá atrás. Una nube de pavimento pulverizado se alzó imitando la erupción de un volcán.
Debajo de la mujercita, con un rostro de sorpresa y el cuerpo encajado en el terreno, Rory, contemplaba la cara de odio de Amelia. Se acercó con mucha seguridad a la pobre criatura, a Sofía. Porque ya no es la Amelia de hace un rato. Ahora no necesita correr. Escucha llorar a la pobre niña. “Amelia, duele aquí. Ayuda por favor”. El explosivo impacto con el que sorprendió a Rory había clavado sus puntiagudas patas en un auto. Y ahora era incapaz de soltarse del metal que perforó tan profundamente. Estaba inmovilizada. Pero no pedía que la liberaran. Pedía otra cosa. Amelia la tomó del doloroso rostro, la acarició con ternura y le secó las lágrimas. Luego Sofía hizo aquel gesto de "estoy lista". El golpe de muerte fue tan explosivo que esta vez Gabriel tuvo que guarecerse de los detritos. Unos ojos rojos observaban la escena. Lloraban en silencio.
Del trueno de aquel puñetazo surgió un rugido diferente. Un enfurecido Rory salía del cráter en el que yaciera. Si antes su piel se veía gris, ahora, transformado completamente en una bestia con cuchillos de hueso en lugar de dientes y una mirada de reptil, su piel era color noche.


-¿Sabes cuánta investigación llevó fabricar a esa ponedora de huevos?
-¿Fabricar? Tu esposa pedía ayuda -se secó las lágrimas- y yo se la di. Pero no va a ser la única persona en recibir esa clase de “ayuda”.


La bestia atronó con otro rugido mientras se le lanzaba con una colosal patada que partió la calle en dos. Amelia logró esquivar. Y contraatacó con las bombas que producían sus puños. Cualquiera de los dos que recibiera un ataque de lleno del contrario seguramente moriría. Pero un destello de puro instinto se le cruzó a la chica. Se tomó del suelo y lo inyectó de su propia naturaleza. Dos enormes orquídeas se levantaron del suelo y atraparon en sus enredaderas al loco. Saboreaba la victoria Amelia. Se acercaba inexorablemente a su cautivo. Y las espinas comenzaban a segregar ácido. Pero antes de darle el golpe de muerte una espada incandescente le quitó la cabeza al engendro. Los ojos rojos. Esos ojos rojos no eran, sin embargo, fríos. Mostraron calidez al decir:


-No hay que derramar su sangre o volverá.
-¿Volver? Está muerto.
-Solo le corté la cabeza


Ella se sorprendió de entender la extraña implicación del sujeto... Cauterizaba la herida para evitar regeneración. Pero el monstruo seguía vivo. Amelia cayó en la cuenta de preguntarle al misterioso acerca de su identidad pero al voltear a verlo lo halló llorando junto a lo poco que quedaba del cuerpo de la esposa de Rory. Se llevó un pequeño fragmento y, entre la bruma que levantaron las flores venenosas, se desvaneció.
Se acercó muy despacio y tímido Gabriel. Un tenue "Amelia" recorrió el aire, precediendo al dilatado abrazo de los todavía novios luego de 9 años de casados. “¿Qué esta pasando Gaby?¿Qué me hicieron?”. El solo la consuela.


-Tengo que separar la cabeza lo mas posible del cuerpo.
-Yo tengo una idea.


Los ojos rojos entraron en aquel salón de hiedras. Una variedad de miradas sobrenaturales, rarezas, lo recibieron en gesto inquisidor.


-El Metamorfo ha desaparecido. Pude salvar a mi hija. Pero tardará en volver a crecer.
-¿Que hay de la spekter, la... “modelo”?
-Debe estar recuperando fuerza. La intoxicación puede durar algunas semanas. Pero más interesante es aun que la rebelión del Metamorfo parece habernos dejado algo de mayor valor aun. Una sfater... la primera en casi mil años.
La bóveda familiar tenia cajas individuales. La cabeza de Rory seguía moviendo los ojos, esperando una pequeña oportunidad. La mas insignificante. No se presentaría. La envolvieron en plástico y echaron llave a la caja, que no tenia el mas mínimo contacto con nada vivo. La misma suerte corrió el cuerpo.
Los días posteriores Amelia sintió su fuerza menguada. Algunas arrugas impensables para lo que antes era porcelana blanca. Canas. Incontables aparecieron ese mismo lunes. Luego las arrugas ganaron todo el terreno y sus articulaciones se tornaron mañosas. Vejez. El se desvivía cuidándola y ella le notaba la desesperanza en la mirada. Ya no sería lo mismo. El deseo se iría y ella moriría tanto como amante y como simple ser. Una madrugada ella, como buena anciana, despierta ya desde temprano, sentía sed pero su piel estaba tan seca que no pudo llegar a la cocina, se quedo sentada en el sillón de Gabriel mientras su piel se secaba hasta la misma friabilidad. El se despertó extrañándola. Se acercó a la sala para ver un cuero seco que fuera la piel de su esposa. La boca estaba desgarrada en el liviano tegumento que recortaba la senil figura. Las lágrimas le nublaron la vista pero antes de que se despeñaran por sus pómulos unas piernitas conocidas que colgaban frente al ventanal le hicieron posponer el llanto. Salió al balcón, muy inseguro, para encontrarse con aquel pequeño cuerpo. Solo cuando ella le sonrío el se percató de las trasparentes alas que le iban en saga a esta, que se parecía a la antigua Amelia, pero con incluso mas luz en el rostro.



-Voy a volver, Gaby. -ese era el momento que las lágrimas esperaban- solo que ahora tengo algo que resolver. Pero voy a volver por que siempre fuiste el viento en mis alas. Sin vos no sé volar...



Los ojos rojos estaban interesados en la escena. Sonríe con una esperanza profunda.



-Infórmale a Camelot, hija. La sfater está lista.




Esto no ha terminado.


martes, 23 de septiembre de 2014

BELLEZA (EPISODIO IV) EL NORTE DE LA MISTICA



Era de nuevo la misma pesadilla. A las mujeres mutantes se les sumaban aquellos que habían sido infectados por las pequeñas blancuzcas. Escapar usando la puerta principal se haría imposible. Cuando la primera modelo, aquella que se había comido a la presidenta de la Asociación de Moda de Argentina, estalló en mil arañas, los 5 se encerraron en la zona de camarines que ya estaba vacía, por que las modelos estaban en la pasarela, casualmente las 8 infectadas. Solo un sordo no escucharía la respiración de Amelia y Gabriel. Pero la criaturas no parecían tener interés en cruzar la endeble puerta. Se habían enfrascado en su bacanal adelante, donde la carne era abundante y los huéspedes se podían elegir. Pero estas mujeres se comportaban diferente a Marcela. No buscaban a Amelia, no hablaban locuras. Mas bien parecían presas de sus propios cuerpos bestiales. Sus caras desencajadas y doloridas solo colgaban de las babosas patas que habían crecido de forma casi aleatoria por todos sus cuerpos. Amelia era la que observaba por la cerradura, trémula como ella misma, algunas porciones de lo que acontecía con los pobres invitados, algunos de ellos, sus colaboradores desde hacia años. Trataban de huir pero no había un solo lugar libre de la enloquecida naturaleza de las mutantes. Y ella no podía abrir la puerta, no. No se atrevía.

- Creo que deberíamos correr. Aunque sea intentar escapar...
- ¿Estas loco, Rory? Si salimos nos infectan.
- ¿Ah si? Y ¿que vamos a hacer? ¿A quedarnos aquí para que entren e igual nos muramos? Por lo menos si corremos tenemos alguna oportunidad de salir. Hay mucha gente tal vez ni tengan tiempo de atraparnos a nosotros. Van a estar ocupados con los demás
- No tenés idea de la capacidad de replicación que tienen esos bichos. No va a haber 8 allí. Va a haber miles y todos nos van a querer a nosotros en cuanto nos vean.
- La pared de atrás es nueva – Amelia ya no miraba por la cerradura. Estaba con la mirada perdida en un pensamiento.- está hecha de durlock solamente, vamos y la tiramos abajo.

A todos les embargó el alivio. Aunque Rory parecía un poco decepcionado. Atravesaron ese mundo de ropa y en aquel preciso momento las deformes aberraciones parecen haberse acordado de ellos instantáneamente. Derribaron la puerta en tropel de patas puntiagudas, las ocho con un pequeño ejercito de infectados detrás y un mar de arañas blancas. Y aquel océano de ropa no las detendría para nada. Rory se apresuró a derribar la lámina de durlock de una patada. No tenían mucho... No. No tenían nada de tiempo y aun así salieron a un callejón ciego. Por que los que los perseguían no eran los únicos monstruos. La calle de atrás estaba completamente tomada por la infección. Se erguían golems que hubieran sido arboles alguna vez, rodeando el Palais De Glase. No había escapatoria, salvo quizás por un pequeño corredor libre de blancuzcas que parecía haber sido dejado a propósito.

-¡Vamos a ese auto!

Rory señalaba al final del camino. Un pequeño autito seria la salvación esta vez. Los de atrás se acercaban mas y mas pero los monstruos de la calle no parecían tener interés en ellos. Se quitaban del camino en vez de atacar mientras los cinco huían aterrorizados. Estaban forzando el auto cuando un gorjeo los hizo voltear. La silla era difícil de llevar y Parroquei no estaba en perfecto estado físico. Una pata puntiaguda la había alcanzado en el pulmón y la alzaba. Amelia la tomó fuerte de la mano y trataba de no soltarla con las esperanza de recuperarla pero ese monstruo la arrojó al mar de blancas arañas. Mientras la pobre institutriz era masacrada ya Rory había subido al auto y cerrado la puerta. Dejó afuera incluso a su endeble hija, aun así Gabriel yacía desmayado en el asiento trasero. no se sabria en que momento sucedió. Arrancó el auto y no se detuvo hasta la zona segura. Con total frialdad se paró a una distancia a la que podía ver a la pequeña mujer luchar por defender a la niña discapacitada, por sobrevivir.
En aras de disfrutar mejor del espectáculo se subió a la terraza de un pequeño edificio y ahí pudo ver como los engendros intentaban devorar a Amelia. Mientras lo cargaba todavía en su hombro, Gabriel se despertó.

-Mira, Gabriel. Las arañas blancas ni se le acercan. ¿No te parece que debe ser por que ya esta infectada?
En grito de “¡Infeliz!” el esposo bajó la escalera a toda velocidad. Se tropezó y rodó varios escalones pero a esta altura no sentiría nada mas que desesperación por su esposa. Para cuando llegó abajo los monstruos la habían rodeado. Ya estaban encima de ella y no la veía. No la vería mas, pensó él.
El estruendo de un relámpago que sacude el suelo seguido de un temblor. Pedazos de pavimento volaron por el impacto. Lo monstruos grandes desaparecieron. De entre el polvo la figurita delicada de Amelia se adivinaba, trayendo en sus brazos a la pequeña. Sus ropas estaban hechas jirones. Y ahora el objeto de terror del esposo cambió de dueño. Ahora teme a la miniatura angelical que tiene frente a sus ojos. Esa que era demasiado delicada para los deportes de contacto. Por que ahora había borrado de un solo golpe a esas inmensas bestias. ¿Estaba de verdad infectada? No. esto era diferente.

-Nos dejó solas. ¿Donde está?
-¿Sabias que en las primeras pruebas, las fatuas no resistían mas de 15 infecciones? El ADN extraño las alimenta. Pero también termina envenenándolas si se alimentan muy consecutivamente...
-Hiciste todo esto... Mataste a mis amigas. ¿Y todo era un experimento?
-No. No es un experimento. Yo estoy en el negocio de la belleza. Solo trato de renovarla. La belleza no es solo una piel tersa. Es fuerza y diversidad. Y eso es lo que me interesa. La diversidad. Las fatuas se pueden unir a cualquier especie. Con el tiempo poblaremos el planeta de una gama completamente nueva de belleza.

La mujercita no esperó a que terminara de explicar. Se abalanzó con un puñetazo tan violento como el que borró a las bestias allá atrás. Pero se detuvo al ver la transformación de la niña. Sus extremidades se alargaban, se ponía violácea. Aquellos dedos ahora eran agujas amenazantes.

-Ella queria ser mas joven. Yo la hice lo mas joven que se podía...

COTINUARÁ...

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lunes, 15 de septiembre de 2014

BELLEZA (EPISODIO III) DILUVIO DE REINAS.











Desde el hotel era duro de ver, por televisión, su barrio convertido en zona de guerra. Luego del episodio con la criatura que transfiguró desde Mar, todo el lugar se llenó de esos pequeños artrópodos blancuzcos, vomitivos, espeluznantes. Pero aun ante el terror mas puro, Amelia, siguió corriendo para conservar su vida, para tener otro día junto a Gabriel. Mas que eso aun probó su temple pisoteando cuanto bicho estuviera en su camino, sea blanco o no. Y gracias a que tironeó de su esposo como una loca, pudieron escapar mientras el lechoso ejército de criaturitas se encimaba para atraparlos, seguido de algún que otro vecino contaminado con la voluntad orgánica de la modelo monstruosa y que había desarrollado caras de Mar en partes de su cuerpo inapropiadas para una cara. Era extraordinario para Amelia no haberse desmayado mientras esas grotescos rostros la saludaban como aquella amiga lo solía hacer desde la secundaria. Entonces, finalmente, cuando ya habían llegado al auto, la pobres personas inundadas por los animalejos estallaron como lo hiciera aquella araña transgénica del cuerpo de Marcela. No hubo lugar adonde no llegaran a corromper a los seres vivos del barrio. El auto había echado a andar a toda velocidad. Era la pequeña Amelia la que hacia el trabajo. Ya no se encontraba al amparo de su esposo. Ahora ella llevaba las riendas. Estaban saliendo del río de criaturas extrañas pero el suelo retembló. Se resquebrajaba la entera calle y no había forma de que el auto llegara hasta el final de la intersección antes de que la sima los tragara. Amelia pegó un volantazo desesperado provocando contorsiones en las llantas de aleación. Se incrustaron en el patio de alguien, no importaba quien, pero tenían que salir del pasto que abría sus pequeñas bocas para masticarlos de a poco.
Allá, en medio del polvo que había provocado la grieta de la calle principal del vecindario, se erguía como una montaña de lodo grumoso. Globos de horribles huevos arácnidos colgaban de toda su retorcida forma y la cara de Marcela lo coronaba en tesitura arqueada, antinatural. Los buscaba. Removía el terreno para encontrarlos debajo de los escombros. Pero no estaban allí. La casa del vecino les daba refugio por un momento. Los dos estaban callados detrás de una isla de cocina en la que no había nada de naturaleza que pudiera mutar. La luz se hallaba apagada y los ojos inundados eran lo único que brillaba desde la sombra. Una voz conocida: “Decime que estoy mas bella que vos, Amelia”. No querían mirar a sus espaldas pero el temblor de sus corazones los llevó sin remedio a aquella figura. La señora Ressman estaba encendiendo la luz, llena de esas caras parasíticas en su cuerpo, algunas incluso habían desarrollado cuellos. Y todas los miraban con odio asesino. Se abalanzó sobre ellos en un rugido de rabia. Amelia se defendió con un cuchillo que logró atrapar al vuelo entre el desparramo que provocaban los temblores de esa cosa gigantesca que los acechaba afuera. Se estaba acercando. Y mientras, Gabriel, histérico, se había entusiasmado dándole una paliza al mutado señor Ressman que no paraba de insinuársele desde las caras de Mar que le crecían sin control. Se apresuraron dando tumbos hasta el jardín de atrás. Allí, la piscina hervía de vida por que las pequeñas blancuzcas se habían mezclado con el moho del agua sucia. Los Ressman rara vez se ocupaban de la piscina. Tentáculos que tenían los ojos de Marcela. Uno tras otro un desfile de anomalías amorfas sin sentido. Los esquivaron y saltaron la cerca con los pies sangrando por el pasto homicida que los había atacado de forma pirañezca. Pero con la misma fuerza indetenible de la vida, la infección en si, empezó a correr tras de ellos con tentáculos espinosos y una verde mucosidad que se enraizaba tras sus pies. Sin embargo por alguna razón las mujeres siempre miran atrás. Y cuando Amelia cedió a su instinto se encontró con un alivio que la hizo detenerse. El verdor del hongo mutante comenzaba a palidecer. Mas atrás la arañas que llevaban los genes de Mar al estilo de gametos universales empezaban a surgir muertas desde los organismos que pretendían infectar. Un par de gorriones aquí, unas cucarachas, los pastos y algunos gatos. Todo se detuvo...
Se habían quedado sin hogar a los efectos prácticos puesto que el gobierno no dejaría que nadie entrara de nuevo en la zona. Semideprimida Amelia hacia zapping mientras su esposo se daba una rabiosa ducha. No fuera a ser que halla traído consigo algún vestigio de esa virulenta mujer. Por que, seguramente, una jabonada la detendría.
Tuvieron que comprar una nueva casa. Un departamento esta vez. Porque la naturaleza era algo que no podían permitirse. Se alejaban de los canteros y las mascotas. Amelia no quería siquiera madera en los muebles por que la aterraba que se convirtieran en arboles bajo la influencia de su amiga, quien, por cierto, no estaba segura de si estaba muerta, viva, o quizás dentro de una pequeña semilla en el suelo esperando alguna lluvia para volver por ella. ¿Qué le había pasado? ¿Qué era? ¿Una mutante?¿Un alienígena que la había suplantado? ¿Que había averiguado cuidadosamente cada detalle de su vida juntas? Cuando las preguntas ya no tenían fin ni sentido, sonó el teléfono del todavía semidesnudo departamento. Gabriel ya no pasaba horas mirando el celular pero aun pensaba todo el tiempo en su amigo. ¿Acaso la reacción de su ayudante habrá querido decir algo? Abrió a esa mujer mutante... ¿Cómo es que no vió nada? Atendió el teléfono y la voz que lo recibió pareció continuación de sus cavilaciones.

- Gabriel tenemos que hablar. Me enteré de lo que pasó con Mar
- ¡Rory! ¿Por que desapareciste?
- ¿Tienes papel?

Se había acercado de manera repentina la fecha del desfile y Gabriel le había prometido a su esposa que estaría en primera fila. Y era el mismo día que su amigo, aquel que el había abandonado después de la universidad, le había suplicado reunirse. Y, como buen culpable, no tenia fuerza de negarse, aun teniendo que enfrentar la desconfianza de su mujer que le preguntó: “¿Estás seguro de que no vas a faltar en el momento que empiece?Te necesito ahí”. A duras penas logró tranquilizarla prometiéndole lo que no sabia si iba a poder cumplir.
Le quitó el sueño por algunas noches hasta que, el día del desfile, se sintió en una vorágine tratando de entender como llegar al lugar donde estaba refugiado su amigo. El lugar era tan alejado que de no haber tenido auto probablemente no hubiera llegado jamas.
Esperaba un aire de misterio al llegar. Que su amigo le hablara desde las sombras y le contara lo que le había acontecido en el cuerpo a la pobre Marcela. Pero en vez de eso su amigo casi corrió al auto al verlo llegar. Por detrás la institutriz con la silla de ruedas de la niña se trataba de mantener al paso del hombre, a quien parecía no preocuparle ninguna de las dos. Se zambulleron en el auto y de alguna forma lograron que la silla de ruedas encajara perfectamente en la parte trasera de la camioneta. “¡Maneja!”. Gabriel no sabía bien adonde ir lo miró dudoso hasta que aquel le volvió a gritar: “¡Al desfile, Gaby!”. Asistiría después de todo. Le adelantó todo lo que pudo y le pidió que le ayudara a explicarle a Amelia. No era un tema fácil de entender. Así es que cuando llegaron en tropel con la institutriz y la niña como siempre por detrás, se amontonaron en la entrada de los camarines. La llamaron a voz en cuello.

- Gaby, ¿que haces acá? Tenés que estar en primera fila.
- Mi amor. Hay modelos que tienen el mismo “problemita” de Mar.

Amelia comenzó a temblar repentinamente apenas entendió de que se trataba.

- Es mas – prosiguió Rory esta vez – es posible que tu tengas algo parecido.

La histeria se apoderó de ella. “¿Como? Por qué?”. Empezaba a desmayarse de a poco con frenético desconcierto. Miraba para todos lados mientras su mirada se tornaba perdida. Gabriel la sacudió y pareció funcionar.

- Amor. Las prótesis que Rory usaba. Al parecer eran de origen biológico. El fabricante le dió prótesis adulteradas.
- Amelia, hace poco descubrí que no solo hacen prótesis de células cultivadas. También hacen armas biológicas. No se cuales sean sus motivos y la verdad nunca había pasado nada parecido. Pero, Amelia; 8 de las modelos que contrataste para este desfile tienen las prótesis que yo usaba.
Todavía hablaba el cirujano cuando los alaridos desde la platea sacudieron a todos. Una modelo se estaba tragando a la invitada de honor. Su cara... parecía no saber que estaba haciendo. Pequeñas arañas blancas. “No otra vez, por favor...”


CONTINUARÁ...

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